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Todo el día extendí mis manos
    hacia un pueblo rebelde,
que va por mal camino,
    siguiendo sus propias ideas.
Es un pueblo que en mi propia cara
    constantemente me provoca;
que ofrece sacrificios en los jardines
    y quema incienso en los altares;
que se sienta entre los sepulcros
    y pasa la noche en vigilias secretas;
que come carne de cerdo,
    y en sus ollas cocina caldo impuro;

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